miércoles, 20 de noviembre de 2013

¡Cuidado con EL LOBO!

Texto e ilustración: Steve Cox
Editorial: Macmillan

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Estimula el desarrollo sensorial y la imaginación.
Un libro con bolsillos que ocultan texturas distintas para descubrir dónde está el lobo.
 



 
El niño introduce la mano en los pequeños bolsillos... ¡sin saber qué se va a encontrar! ¿Te atreves?



Si tienes miedo del malvado personaje del lobo feroz que aparece en la mayoría de cuentos clásicos, juega y enfréntate con este libro... poco a poco lo verás con otros ojos. Cuando vuelvas a escuchar hablar del lobo no tendrás miedo y es posible que hasta se te escape una sonrisita.


RONDA INFANTIL: Juguemos en el bosque.
Haremos un círculo y mientras giramos cantaremos la canción que aparece en el vídeo. Cuando el lobo termine de vestirse ¡saldrá corriendo a comernos!
 
 
Ahora que los más pequeños están ilusionados con la llegada del otoño es buen momento para hacer manualidades con, por ejemplo, las hojas que se caen de los árboles de hoja caduca. Mirar que lobo más chuli se puede hacer. Fácil, rápido y divertido.
 


lunes, 14 de enero de 2013

ROSA CARAMELO

Texto de Adela Turín

Ilustraciones de Nella Bosnia

Traducción de G. Tolentino

Editorial: Kalandraka

–Pequeñas –les decían los papás–, si no coméis todas
las anémonas, si no acabáis las peonías, nunca llegaréis a ser
tan hermosas y rosadas como vuestras mamás, y nunca tendréis
los ojos brillantes, y nadie querrá casarse con vosotras
cuando seáis mayores...



 
Había una vez en el país de los elefantes... una manada en que las elefantas eran suaves como el terciopelo, tenían los ojos grandes y brillantes, y la piel de color rosa caramelo. Todo esto se debía a que, desde el mismo día de su nacimiento, las elefantas sólo comían anémonas y peonias. Y no era que les gustaran estas flores: las anémonas- y todavía peor las peonias- tienen un sabor malísimo. Pero eso sí, dan una piel suave y rosada y unos ojos grandes y brillantes.
 
 
Las anémonas y las peonias crecían en un jardincillo vallado. Las elefantitas vivían allí y se pasaban el día jugando entre ellas y comiendo flores.
“Pequeñas”, decían sus papás, “ tenéis que comeros todas las peonias y no dejar ni sola anémona, o no os haréis tan suaves como vuestras mamás, ni tendréis los ojos grandes y brillantes, y, cuando seáis mayores, ningún guapo elefante querrá casarse con vosotras”.
Para volverse más rosas, las elefantitas llevaban zapatitos color de rosa, cuellos color de rosa y grandes lazos color de rosa en la punta del rabo.
 
 
Desde su jardincito vallado, las elefantitas veían a sus hermanos y a sus primos, todos de un hermoso color gris elefante, que jugaban por lasabana, comían hierba verde, se duchaban en el río, se revolcaban en el lodo y hacían la siesta debajo de los árboles.
Sólo Margarita, entre todas las pequeñas elefantas, no se volvía ni un poquito rosa, por más anémonas y peonias que comiera. Esto ponía muy triste a su mamá elefanta y hacía enfadar a papá elefante.
“Veamos Margarita”, le decían, “¿Por qué sigues con ese horrible color gris, que sienta tan mal a un elefantita?¿Es que no te esfuerzas?¿Es que eres una niña rebelde?¡Mucho cuidado, Margarita, porque si sigues así no llegarás a ser nunca una hermosa elefanta!”
 
 
Y Margarita, cada vez más gris, mordisqueaba unas cuantas anémonas y unas pocas peonias para que sus papás estuvieran contentos. Pero pasó el tiempo, y Margarita no se volvió de color de rosa. Su papá y su mamá perdieron poco a poco la esperanza de verla convertida en una elefanta guapa y suave, de ojos grandes y brillantes. Y decidieron dejarla en paz.
 
 
Y un buen día, Margarita, feliz, salió del jardincito vallado. Se quitó los zapatitos, el cuello y el lazo color de rosa. Y se fue a jugar sobre la hierba alta, entre los árboles de frutos exquisitos y en los charcos de barro. Las otras elefantitas la miraban desde su jardín. El primer día, aterradas. El segundo día, con desaprobación. El tercer día, perplejas. Y el cuarto día, muertas de envidia. Al quinto día, las elefantitas más valientes empezaron a salir una tras otra del vallado. Y los zapatitos, los cuellos y los bonitos lazos rosas quedaron entre las peonias y las anémonas. Después de haber jugado en la hierba, de haber probado los riquísimos frutos y de haber comido a la sombra de los grandes árboles, ni una sola elefantita quiso volver nunca jamás a llevar zapatitos, ni a comer peonias o anémonas, ni a vivir dentro de un jardín vallado. Y desde aquel entonces, es muy difícil saber viendo jugar a los pequeños elefantes de la manada, cuáles son elefantes y cuáles son elefantas,
¡¡ Se parecen tanto !!


En los años 70 Adela Turín comenzó a publicar en Italia la colección «Dalla parte delle bambine», que poco después editó Esther Tusquets en España con el título «A favor de las niñas».
Traducida a varios idiomas, se convirtió en un referente para la coeducación y la igualdad. “Rosa caramelo” es una de las obras más emblemáticas de esta serie tan vigente y necesaria.
Margarita y otras pequeñas elefantas viven aisladas en un jardín de anémonas y peonías; su alimento para conseguir un aspecto físico caracterizado por el color rosa caramelo de su piel, que refuerzan luciendo zapatos, lazos y cuellos del mismo tono.
Todas cumplen las expectativas de sus padres y madres excepto ella, que sufre los reproches de sus progenitores hasta que éstos desisten de que sea como las demás.
 
Bajo esta historia fabulada subyacen cuestiones como un superficial culto a la imagen, o la crítica a una sociedad que predestina el futuro de sus individuos y los clasifica en función de su género. Pero sobre todo, es un canto a la libertad y la igualdad, aderezado con las ilustraciones de Nella Bosnia, que potencian el mensaje del texto a base de figuras realistas y colores vivos.
Un relato -como en “Arturo y Clementina”- para poner en valor el rol femenino, erradicar los estereotipos sexistas y la discriminación, para cambiar mentalidades y construir un mundo mejor.
 

Adela Turín
(Italia, 1939)
Historiadora del arte y escritora, en los años 60 se dedicó a analizar los sesgos sexistas en la literatura infantil. En Milán formó parte del grupo Rivolta, vinculado al movimiento feminista. Con el objetivo de combatir la discriminación de género desde el ámbito de la familia patriarcal, decidió crear la colección «Dalla parte delle bambine» que, entre 1975 y 1980, publicó más de una veintena de libros. Entonces, Adela Turín y Nella Bosnia trabajaban en La Rinascente. Años después se trasladó a París, donde fundó -junto con Silvie Cromer- la asociación «Du côté des filles», que desde 1994 investiga y denuncia los casos de sexismo en los materiales educativos, y promueve la sensibilización del sector editorial, las instituciones y el público en general. Además de leer y viajar, en la actualidad escribe artículos e imparte conferencias.
 
Nella Bosnia
(Italia, 1946)
Estudió Arte en Milán y trabajó como decoradora y estilista en la creación de productos textiles para la firma La Rinascente, donde coincidió con Adela Turín,
con la que fundó la colección de libros «Dalla parte delle bambine». Como ilustradora ha colaborado con editoriales de Italia y Francia.




 
 
 
Si quieres saber algunas actividades que se pueden realizar con el cuento mira en los enlaces y las encontrarás... te gustarán.
 
 

miércoles, 9 de enero de 2013

ARTURO Y CLEMENTINA

Texto: Adela Turín.
Ilustración: Nella Bosnia.
Traducción: G. Tolentino.
Idiomas disponibles: Gallego, Castellano y Catalán
Editorial: Kalandraka

 

La editorial Kalandraka nos da la oportunidad de hacernos con libros que estaban ya descatalogados.
Hace más de treinta años, Adela Turín comenzó a publicar en Italia la colección «Dalla parte delle bambine», que al poco tiempo fue editada en España por Esther Tusquets, con el título «A favor de las niñas». Se convirtió en una serie de referencia para la coeducación y la igualdad, y fue traducida a varios idiomas. A pesar del tiempo transcurrido, en la actualidad estos libros tienen plena vigencia y siguen siendo necesarios.
El afecto y la ilusión que caracterizan el inicio de la relación entre Arturo y Clementina, acaban convirtiéndose en monotonía y prisión. Clementina no se siente realizada, libre y feliz; su pareja subestima sus cualidades y ridiculiza sus aspiraciones.
En vez de ofrecerle comprensión y respeto, la actitud de Arturo anula su personalidad y le genera una dinámica de dependencia, al sobrecargarla de objetos materiales que no satisfacen su ansia de desarrollo personal.
 
Una historia fabulada que -como “Rosa Caramelo” y otros títulos de la colección- pretende poner en valor el rol femenino en la sociedad, erradicar los estereotipos sexistas y la discriminación, para cambiar mentalidades y construir un mundo mejor.


Un hermoso día de primavera, Arturo y Clementina, dos jóvenes y hermosas tortugas, se conocieron al borde de un estanque. Y aquella misma tarde descubrieron que estaban enamorados.
Clementina, alegre y despreocupada, hacía muchos proyectos para su vida futura mientras paseaban los dos a orillas del estanque y pescaban alguna cosita para la cena.
Clementina decía: Ya verás qué felices seremos. Viajaremos y descubriremos otros lagos y otras tortugas diferentes, y encontraremos otra clase de peces, y otras plantas y flores en la orilla... ¡Será una vida estupenda! Iremos incluso al extranjero. ¿Sabes una cosa? Siempre he querido visitar Venecia.
Y Arturo sonreía y decía vagamente que sí.
 

Pero los días transcurrieron iguales al borde del estanque. Arturo había decidido pescar él solo para los dos, y así Clementina podría descansar. Llegaba a la hora de comer, con renacuajos y caracoles, y le preguntaba a Clementina: ¿Cómo estás, cariño? ¿Lo has pasado bien?

Y Clementina suspiraba: ¡Me he aburrido mucho! ¡Todo el día esperándote!

¡ABURRIDO! -gritaba Arturo indignado. ¿Dices que te has aburrido? Busca algo que hacer. El mundo esta lleno de ocupaciones interesantes. ¡Sólo se aburren los tontos!
A Clementina le daba mucha vergüenza ser tonta, y hubiera querido no aburrirse tanto, pero no podía evitarlo.
Un día, cuando volvió Arturo, Clementina le dijo: Me gustaría tener una flauta. Aprendería a tocarla, inventaría canciones, y eso me entretendría.
Pero a Arturo esa idea le pareció absurda: ¡TÚ! ¿Tocar la flauta, tú? ¡Si ni siquiera distingues las notas! Eres incapaz de aprender. No tienes oído.
Y aquella misma noche, Arturo llegó con un hermoso tocadiscos, y lo ató bien a la casa de Clementina, mientras le decía: Así no lo perderás. ¡Eres tan distraída!
Clementina le dio las gracias. Pero aquella noche, antes de dormirse, estuvo pensando por qué tenía que llevar a cuestas aquel tocadiscos tan pesado en lugar de una flauta liviana, y si era verdad que no hubiera llegado a aprender las notas y que era distraída.
Pero después, avergonzada, decidió que tenía que ser así, puesto que Arturo, tan inteligente, lo decía. Suspiró resignada y se durmió.
Durante unos días, Clementina escuchó el tocadiscos. Después se cansó. Era de todos modos un objeto bonito, y Clementina se entretuvo limpiándolo y sacándole brillo. Pero al poco tiempo volvió a aburrirse. Y un atardecer, mientras contemplaban las estrellas, a orillas del estanque silencioso, Clementina dijo: Sabes, Arturo, algunas veces veo unas flores tan bonitas y de colores tan extraños, que me dan ganas de llorar. Me gustaría tener una caja de acuarelas y poder pintarlas.
¡Qué idea ridícula! ¿Es que te crees una artista? ¡Qué bobada! Y reía, reía, reía.
Clementina pensó: Vaya, ya he vuelto a decir una tontería. Tendré que andar con mucho cuidado o Arturo va a cansarse de tener una mujer tan boba. Y se esforzó en hablar lo menos posible.
Arturo se dio cuenta enseguida y afirmó: Tengo una compañera aburrida de veras. No habla nunca y, cuando habla, no dice más que disparates.
Pero debió sentirse un poco culpable y, a los pocos días, se presentó con un paquetón. Mira, he encontrado a un amigo mío pintor y le he comprado un cuadro para ti. Estarás contenta, ¿no? Decías que el arte te interesa. Pues ahí lo tienes. Átatelo bien porque, con lo distraída que tú eres, ya veo que acabarás por perderlo.
La carga de Clementina aumentaba poco a poco. Un día se añadió un florero de Murano: ¿No decías que te gustaba Venecia? Tuyo es. Átalo bien para que no se te caiga, ¡eres tan descuidada!
Otro día llegó una colección de pipas austríacas dentro de una vitrina.
Después una enciclopedia, que hacía suspirar a Clementina. ¡Si por lo menos supiera leer!- pensaba.
Llegó el momento en que fue necesario añadir un segundo piso a la casa de Clementina.
Clementina, con la casa de dos pisos a sus espaldas, ya no podía ni moverse. Arturo le llevaba la comida y esto lo hacía sentirse importante: ¿Qué harías tú sin mí? ¡Claro! -suspiraba Clementina-. ¿Qué haría yo sin ti?



Poco a poco, la casa de dos pisos quedó también completamente llena. Pero ya tenían la solución: tres pisos más se añadieron ahora a la casa de Clementina.

Hacía mucho tiempo que la casa de Clementina se había convertido en un rascacielos, cuando una mañana de primavera decidió que aquella vida no podía seguir por más tiempo.



Salió sigilosamente de su casa y dio un paseo: fue muy hermoso, pero muy corto. Arturo volvía a casa para el almuerzo, y debía encontrarla esperándole. Como siempre.
Pero poco a poco el paseíto se convirtió en una costumbre y Clementina se sentía cada vez más satisfecha de su nueva vida. Arturo no sabía nada, pero sospechaba que ocurría algo: ¿De que demonios te ríes? Pareces tonta -le decía.
Pero Clementina, esta vez, no se preocupó en absoluto. Ahora salía de casa en cuanto Arturo le daba la espalda. Y Arturo la encontraba cada vez más extraña, y encontraba la casa cada vez más desordenada, pero Clementina empezaba a ser verdaderamente feliz y los retos de Arturo ya no le importaban.
Y un día Arturo encontró la casa vacía.
Se enfadó muchísimo, no entendió nada y, años más tarde, seguía contándole a sus amigos: Realmente era una desagradecida esa tal Clementina. No le faltaba nada. ¡Veinticinco pisos tenía su casa, y todos llenos de tesoros!
Las tortugas viven muchísimos años, y es posible que Clementina siga viajando feliz por el mundo. Es posible que toque la flauta y haga hermosas acuarelas de plantas y flores.
Si encuentras una tortuga sin casa, intenta llamarla: ¡Clementina, Clementina!Y si te contesta, seguro que es ella.
 
 
 



BILLETE AL CUENTO: ARTURO Y CLEMENTINA



Adela Turín
(Italia, 1939)
 Historiadora del arte y escritora, en los años 60 se dedicó a analizar los sesgos sexistas en la literatura infantil. Formó parte, en Milán, del grupo Rivolta vinculado al movimiento feminista. Con el objetivo de combatir la discriminación de género desde el ámbito de la familia patriarcal, decidió crear la colección «Dalla parte delle bambine» que, entre 1975 y 1980, publicó más de una veintena de títulos. Adela Turín y Nella Bosnia trabajaban, entonces, en La Rinascente. Años después se trasladó a París, donde -junto con Silvie Cromer- fundó la asociación «Du côté des filles», que desde 1994 investiga y denuncia los casos de sexismo en los materiales educativos, además de generar mecanismos de sensibilización dirigidos al sector editorial, instituciones y público en general. Además de leer y viajar, actualmente se dedica a escribir artículos e impartir conferencias.
 
Nella Bosnia
(Italia, 1946)
Estudió Arte en Milán y trabajó como decoradora y como estilista en la creación de productos textiles para la firma La Rinascente, donde coincidió con Adela Turín, con la que fundó la colección de libros «Dalla parte delle bambine». Como ilustradora ha colaborado con editoriales de Italia y Francia.
 
 




...Y Clementina fue feliz


La narración nos dice que las tortugas viven muchos años y que seguramente Clementina siga viajando por el mundo.



Podríamos continuar la narración contándonos como se desarrolla la vida de Clementina ahora que no tiene tantas cosas materiales de las que ocuparse y que vuelve a confiar en ella misma.